Reflection for the Resurrection of the Lord - 2023

The Resurrection of the Lord [Cycle A] – April 9, 2023

Acts 10:34a, 37-43 | Psalm 118 | Colossians 3:1-4 | John 20:1-9

Domingo de Pascua [Ciclo A] – 9 de abril, 2023

Hechos 10:34a, 37-43 | Salmo 117 | Colosenses 3:1-4 | Juan 20:1-9

From the Acts of the Apostles:
He commissioned us to preach to the people and testify that he is the one appointed by God as judge of the living and the dead.

De los Hechos de los Apóstoles:
Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos.

Reflection by Br. Carlos Salas, OP:
He saw and believed are the words that we have of the other disciple in today’s Gospel reading, that shed light in this moment when he believed everything that he had heard about the Messiah. He first heard the message, meditated in its words, and even approached the empty tomb. But he didn’t go inside. What stopped him from entering, even though he arrived before Simon Peter? Perhaps fear of the unknown. Perhaps recognizing that entering the tomb would change his life, in one way or another. He knew that in that tomb was an answer and that he couldn’t hastily enter it as he had run to that place. That it is necessary to take what is most important in our life with patience and deliberation.

Perhaps we have been like that, or we find ourselves in a similar situation considering our faith. It is one thing to believe that a creator God exists, one who is omnipotent and infinitely distant from my life. But it is another to recognize that that same God became a human being, suffered in this life like you and me, and that after dying rose from among the dead. This is difficult to believe. Even more difficult is to believe that this God did all of it for love. Not only a general love, but a particular love that surpasses any other, the one in which God tells you: I LOVE YOU!

What keeps me from going into the tomb? It could be like the disciple, who realized that whatever the tomb revealed would change the way he would look at his own life and all of creation. And this is true. St. Paul tells us, if Christ has not been raised, your faith is vain. (1 Cor. 15:17) But this faith primarily comes from God. It was the Holy Spirit who impelled the disciple to enter the tomb and he allowed himself to be guided by the Truth. In that way we must go where the Truth leads us because we know that He is the guide and the goal. St. Paul tells us in the second reading, seek what is above.

Placing our heart in Jesus Christ, the goal of our entire life, we are responding to that call of love. The same God who is infinitely distant from my life because I am a creature and Him the creator, is the same one who died crucified so that I could share His eternal life. That is the calling that God is making for me today, in this most significant feast of our faith, the paschal mystery.

Believing in this mystery has its implications. It is for that reason that it is more comfortable to remain standing outside the tomb; then we don’t have to change our life. On the contrary, if we accept the gift of faith and enter, we will find ourselves with what Peter was contemplating: the burial cloths there, and the cloth that had covered his head. Contemplating that the tomb was witness to the most important moment of the history of all creation: when death was destroyed by the Resurrection of the Godman.

As Peter contemplated all this, so are we to proceed to speak and share the Good News, as we read in the first reading: They put him to death by hanging him on a tree. This man God raised on the third day. Having entered the tomb, meditated on the mystery of easter and believing, now it is our turn to share this message to the one who has not yet heard it. We share not only the facts of what happened two-thousand years ago, but we share how Jesus Christ transforms my life today. This is possible because He Resurrected! Alleluia!

Reflexión por Fray Carlos Salas, OP:
Vio y creyó, son las palabras que tenemos sobre el otro discípulo en el evangelio de hoy, que nos iluminan sobre el momento cuando él creyó todo lo que había escuchado sobre el Mesías. Primero escuchó el mensaje, meditó en sus palabras, incluso se acercó al sepulcro vacío. Pero no entró. ¿Qué lo detuvo de entrar, aunque haya llegado antes que Simón Pedro? Tal vez temor de lo desconocido. Tal vez el reconocimiento que entrar al sepulcro le cambiaría su vida, de una u otra manera. Sabía que en ese sepulcro había una respuesta y no podía adentrarse en él arrebatadamente como había corrido hacia él. Que es necesario tomar lo que es importante en nuestra vida con paciencia y deliberadamente.

Tal vez así hemos estado, o nos encontramos actualmente en una situación similar al considerar nuestra fe. Es una cosa creer que existe un Dios creador, uno que es omnipotente e infinitamente distante de mi vida. Pero reconocer que ese mismo Dios se hizo un ser humano, que sufrió en esta vida como tu y como yo, que después de morir resucitó de entre los muertos. Esto es difícil de creer. Más aún es el creer que este Dios hizo todo eso por amor. No solamente un amor general, pero un amor particular que supera a cualquier otro, en el que Dios te dice: ¡TE AMO!

¿Qué me detiene de entrar en el sepulcro? Será como el discípulo, que se dio cuenta que lo que el sepulcro revela cambia la manera de ver mi vida y toda la creación. Y esto es verdad. Ya lo dice san Pablo, si Cristo no resucitó, su fe es vana. (1 Cor. 15:17) Pero esta fe primeramente viene de Dios. Fue el Espíritu Santo que impulsó al discípulo adentrarse al sepulcro y él se dejó guiar por la Verdad. Así debemos ir a donde nos lleve la Verdad, porque sabemos que es Él el guía y la meta. Ya nos dice san Pablo en la segunda lectura, pongan todo el corazón en los bienes del cielo.

Al poner nuestro corazón en Jesucristo, la meta de toda nuestra vida, estamos respondiendo a esa llamada de amor. El Dios que es infinitamente distante de mi vida porque soy creatura y Él creador, es el mismo que murió crucificado para que pueda compartir la vida eterna con Él. Ese es el llamado que me hace Dios hoy, en la fiesta más significativa de nuestra fe, el misterio pascual.

Creer en este misterio tiene sus implicaciones. Es por eso que es más cómodo quedarnos de pie afuera del sepulcro; así no tenemos que cambiar nuestra vida. En cambio, si aceptamos el regalo de la fe y entramos, nos encontraremos con lo que Pedro contemplaba: los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús. Contemplando que el sepulcro atestiguó el momento más importante de la historia de toda la creación: cuando la muerte fue destruida en la Resurrección del Dios y hombre.

Así como Pedro contemplaba todo esto, así tomamos la palabra para compartir la Buena Nueva, como leímos en la primera lectura: Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día. Al haber entrado en el sepulcro, meditado en este misterio de la pascua y al creer, ahora nos toca llevar este mensaje al que aún no lo ha escuchado. Compartimos no solo los hechos de lo que sucedió hace dos mil años, pero compartimos cómo Jesucristo transforma mi vida hoy. ¡Esto solo es posible porque Él Resucitó! ¡Aleluya!

Something to bring to prayer:

• How is my life different by believing in the Resurrection of Jesus Christ?

• Considering that faith is one of the three theological virtues, I may pray during this Easter Octave for this gift of faith in the Resurrection.

Algo para traer a la oración:

• ¿Cómo es diferente mi vida al creer en la Resurrección de Jesucristo?

• Considerando que la fe es una de las tres virtudes teólogas, puedo orar durante esta octava de pascua por el gran don de la fe en la Resurrección.