The Solemnity of the Most Holy Trinity [Cycle C] – June 12, 2022 Proverbs 8:22-31 | Psalm 8 | Romans 5:1-5 | John 16:12-15 |
Solemnidad de la Santísima Trinidad [Ciclo C] – 12 de junio, 2022 Proverbios 8:22-31 | Salmo 8 | Romanos 5:1-5 | Juan 16:12-15 |
From the Holy Gospel according to John: “When he comes, the Spirit of truth, he will guide you to all truth.” |
Del Evangelio según san Juan: “Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena.” |
Reflection by Br. Carlos Salas, OP: Patience is one of the virtues that takes great effort today in a world that does not stop. We carry in our pockets what we once left in the office—now it follows us everywhere. We receive a message via text, on a social network, or via email, and the expectation is that we will reply immediately. Yes, I am also exhausted from that. However, God calls us to patience. God reminds us that life in Him is a process, not a light switch. Our life is closer to a water current that travels through many obstacles and less to an electric current that appears to be instantaneous. We want to mirror our wisdom to the instantaneity that illuminated screens appear to offer us. We can reach frustration when we do not comprehend the divine nature of Him who created us to love Him. For this reason, we pray daily for wisdom to understand more and better the One who created us. The reading from Proverbs speaks of “the wisdom of God” as a feminine figure that existed before the earth, “from of old… When the Lord established the heavens I was there, when he marked out the vault over the face of the deep.” Here it is written of the Second Person of the Most Holy Trinity. We now know this Person as our Lord and Savior, Jesus Christ. God’s self-revelation has been gradual. The most significant is the Incarnation of this Second Person, who is Wisdom, the Word, Verb; God. But the Incarnation was not the conclusion of this self-revelation of God’s nature. Quite the opposite, after Jesus’s Resurrection and Ascension into heaven, He sent us the Holy Spirit—the Third Person of the Most Holy Trinity, who also exists from before the first dust of the universe and is God—at Pentecost. Jesus sends us this Third Person to guide us to Himself, to the Truth (to God). That is to say, God continues his self-revelation today in each of us, considering that, having received the sacraments of initiation, the Holy Spirit dwells in us and us in Him. But, how are we to comprehend this? There are many things that I can observe and not comprehend. How can I begin to comprehend something (or someone) whom I cannot observe in the same way? I see myself reflected in the psalmist’s words today because we focus on the distance between God and ourselves: “When I behold your heavens, the work of your fingers, the moon and the stars which you set in place — What is man that you should be mindful of him, or the son of man that you should care for him?” I do not comprehend all the laws of physics in outer space, black holes, or about quantum mechanics. I feel defeated. It is even easier to feel defeated when we do not comprehend that God is one, and that God is also three Persons. God is very distinct from us: God is not a creature but the Creator; God exists on His own while we need of His subsistence to exist every second; God exists beyond or outside of time and space while we have no comprehensible concept of what infinity means. It is for these reasons that God calls us to patience. God wants us to know Him. To know God is a process that takes time and dedication to prayer. There are two roads: the road of virtue and the road of vice. Saint Paul describes the first one in the letter to the Romans: “affliction produces endurance, and endurance, proven character, and proven character, hope, and hope does not disappoint.” We turn over this feeling of defeat to God and try again. He takes our disposition and His Spirit will guide us to virtue and gift us hope. On the other road is vice, described in the epistle of James: “each person is tempted when he is lured and enticed by his own desire. Then desire conceives and brings forth sin, and when sin reaches maturity it gives birth to death” (Jas 1:14-15). When we give in to our weaknesses toward sin, we are ultimately distancing ourselves from God and coming nearer to a death that we ourselves have chosen. But this is not the road that God is inviting us to take. He invites us to a life of virtue, a road that requires patience but that leads us to know God better in ourselves because we are made in His image and likeness. |
Reflexión por Fray Carlos Salas, OP: La paciencia es una de las virtudes que más nos cuestan trabajo hoy en día en un mundo que no para. Llevamos en nuestros bolsillos lo que antes solíamos dejar en la oficina—ahora nos sigue a todos lados. Recibimos un mensaje de texto, en alguna red social, o por correo electrónico, y la expectativa es que respondamos inmediatamente. Sí, yo también estoy exhausto de eso. Sin embargo, Dios nos llama a la paciencia. Dios nos recuerda que la vida en Él es un proceso y no un interruptor. Nuestra vida se asemeja más a una corriente de agua que pasa a través de muchos obstáculos y menos a una corriente eléctrica que aparenta ser instantánea. Queremos asemejar nuestra sabiduría a la instantaneidad que las pantallas iluminadas nos aparentan ofrecer. Podemos llegar a la frustración al no comprender la naturaleza divina de Aquel que nos ha creado para amarlo. Es por esto por lo que oramos día a día por la sabiduría de comprender más y mejor sobre el que nos creó. Se habla de “la sabiduría de Dios” en la lectura de los Proverbios como una figura femenina que ya existía “desde la eternidad, desde el principio, antes de que la tierra existiera… Cuando aún no había hecho el Señor la tierra ni los campos ni el primer polvo del universo.” Aquí se habla de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Nosotros hoy la conocemos como nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. La autorrevelación de Dios ha sido gradual. La más significativa es la de la Encarnación de esta Segunda Persona, la que es la Sabiduría, la Palabra, Verbo; es Dios. Pero la Encarnación no fue el fin de esta revelación de la naturaleza de Dios. Al contrario, después de la Resurrección y Ascensión al cielo de Jesús, Él nos mandó el Espíritu Santo—la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que también existe desde antes del primer polvo del universo y es Dios—en Pentecostés. Jesús nos envía a esta Tercera Persona para que nos guíe a sí mismo, a la Verdad (hacia Dios). Es decir, Dios continúa su autorrevelación hoy en día con cada uno de nosotros. Ya que, al haber recibido los sacramentos de iniciación, el Espíritu Santo mora en nosotros y nosotros en Él. Pero ¿cómo comprender esto? Hay muchas cosas que puedo observar y no comprender. ¿Cómo puedo comenzar a comprender algo (o alguien) a quien no puedo observar de la misma manera? Me veo reflejado en las palabras del salmista de hoy porque nos enfocamos en la distancia entre Dios y nosotros: “Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas, que has creado, me pregunto: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, ese pobre ser humano, para que de él te preocupes?” No comprendo todas las leyes de la física en el espacio exterior, sobre hoyos negros, o sobre mecánica cuántica. Me siento derrotado. Es aún más fácil sentirnos derrotados al no comprender que Dios es solo uno, y que Dios también es tres Personas. Dios es muy distinto a nosotros: Dios no es una creatura, sino el Creador; Dios existe por sí mismo, mientras nosotros necesitamos de su subsistencia para existir cada segundo; Dios existe más allá, afuera del tiempo y el espacio, mientras nosotros no tenemos un concepto comprensible de lo infinito. Es por esto por lo que Dios nos llama a la paciencia. Dios quiere que lo conozcamos. Conocer a Dios es un proceso que lleva tiempo y dedicación a la oración. Hay dos caminos: el camino de la virtud y el camino del vicio. San Pablo nos describe el primero en la carta a los Romanos: “sabemos que el sufrimiento engendra la paciencia, la paciencia engendra la virtud sólida, la virtud sólida engendra la esperanza, y la esperanza no defrauda.” Este sentimiento de derrota se lo entregamos a Dios y volvemos a intentar, Él toma nuestra disposición y Su Espíritu nos guía a la virtud y nos regala la esperanza. En el lado contrario es el vicio, descrito en la epístola de Santiago: “Cada uno es probado, arrastrado y seducido por su propia concupiscencia. Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz al pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte” (San 1:14-15). Cuando nos damos por vencido a nuestras debilidades hacia el pecado, ultimadamente nos alejamos de Dios y nos acercamos a una muerte que hemos elegido. Pero este no es el camino por el que Dios nos invita. Él nos invita a la virtud en nuestras vidas, un camino que requiere paciencia pero que nos lleva a conocer más a Dios en nosotros mismos ya que hemos sido hechos a Su imagen y semejanza |
Something to bring to prayer:
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Algo para traer a la oración:
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